viernes, 7 de mayo de 2010

La maldición de Dican (3)

Plata regresó corriendo junto a su amigo mientras gemía aterrada. Luna, espada en alto, alejaba los tallos de la aterradora planta que se acercaba amenazante, al tiempo que escuchaba como otra llegaba por detrás. Plata aulló lamentándose por aquella muerte tan cruel e inesperada.
-Plata -dijo Luna entre esquives- Quiero que sepas que has sido como una hermana para mi
"Gracias, Luna" suspiró la voz de la loba en su mente "Yo también siento un fuerte aprecio por ti. Lástima que terminemos aqui" Volvió a aullar.

Se preparó Luna para embestir contra la planta, cuando esta se quedó paralizada. Todos sus tallos se detuvieron en el aire, permaneciendo rígidos por un segundo para caer después. La planta se desplomó sobre sí misma, dejando a la vista la sombra de una persona con los brazos extendidos hacia delante.
-¡Atrás! -amenazó Luna fijándola con su espada- ¡No me engañarás con tu apariencia humana!
-Tranquilo -respondió una chica alzando las manos- soy huamana de verdad.
"Dice la verdad" dijo Plata acercándose y olfateándola
-Está bien -bajó su espada- Gracias.
-Eso luego. Creo que antes deberíamos podar -señaló la otra planta que se acercaba lentamente por el extremo opuesto del callejón.
-¿Cómo has liquidado a esta? -preguntó listo para asestar el golpe mortal
-Acuchillé varias veces su bulbo -indicó dándole unos toquecitos con el pie- Parece ser que ahí está su punto débil.
-¡Adelante! -exclamó avalanzándose sobre ella
-¡Eh, espera!

Luna cargó sin escuchar a la chica que, al ver la temeridad del guardián, corrió para ayudarle. La planta atacó a Luna con todos sus tentáculos, logrando cogerle por el tobillo y levantándole varios metros en el aire. Una vez en alto, varios tallos más inmovilizaron el resto de las extremidades, haciendo que su espada cayese al suelo.
La recien llegada se apresuró a golpear con su puño el bulbo central, haciendo que la planta se agitase violentamente moviento a Luna, que gritaba aterrado, por encima de sus cabezas. Finalmente, el vegetal se desplomó en el suelo, dejando caer al chico con pesadez.
"Luna ¿estás bien?" preguntó Plata olfateándole "¿Te has hecho daño?"
-Me duelen los brazos, pero estoy bien -dijo acariciando el cuello de la loba
-¿Estás loco? -le regañó su salvadora- ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¿No habías visto antes que son muy veloces?
-Es un detalle que no había percibido con eso de que había recorrido medio callejón en quince minutos.
-Sus raices son lentas porque tienen que engancharse al suelo -explicó- ¡Pero sus tallos son muy rápidos, escurridizos y traicioneros!
-Hablas como si conocieses este tipo de pantas -dijo malhumorado mientas recogía su espada y se erguía
-Observación, chico.
-Ya... ¿se puede saber quién eres? -preguntó irritado ante aquella sabelotodo
-Me llamo Sora, pero todos me llaman Nébula -se presentó- Acabo de llegar de Fikgler. Vine en cuanto me enteré de que había un asesino en serie en Dican.
-¡¿Nebula?! -preguntó Luna asombrado- ¿La famosa Nébula de Fikgler? -miró sus manos y fue cuando vio unos guantes de piel con dos gruesas cuchillas que sobresalían de la zona del dorso- ¡Sí que eres tú!
-¡Claro que soy yo! -replicó molesta ante aquella reacción- ¡¿Por qué no iba a serlo?! ¿Y tú quién eres?
-Oh, yo... -intentó recuperar la compostura y aparentar madurez- Yo soy Kogud, pero me llaman Luna y esta de aquí -señaló a la loba que permanecía sentada mirando a nébula con curiosidad- es Plata, mi compañera.
-¡Oh! -exclamó ligeramente- ¿Eres tú Luna?
-¡¿Me conoces?! -preguntó fascinado
-Sí, bueno... algo he oido de ti, pero te imaginaba más...
-¿Más...? -invitó a seguir
-Más -se encogió de hombros- En fin. ¿Dónde está Shim?
-¿Conoces a Shim?
-Oye, ¿vas a preguntarme por cada nombre que te diga?
-No, no... quiero decir que... es por allí, casi en el centro de la aldea. Vamos.

Caminaron presurosos viéndose obligados a detenerse en varias ocasiones para ayudar a vecinos que estaban siendo atacados por más plantas vivientes. En pocos minutos, Dican se había convertido en un hervidero en el que soldados, vecinos y gentes que habían llegado de fuera en los últimos días se enfrentaban a los monstruos atacantes que aparecían ocupando los cuerpos de los antiguos vecinos de la aldea, para después estallar en mil pedazos y mostrar su verdadera apariencia.

Luna se obligó a sí mismo aserenarse y actuar con frialdad y profesionalidad. No podía permitir que la gran Nébula de Fikgler le viese como un fracasado incapaz de cuidar de una aldea pequeña.

El nombre de Nébula era conocido en toda la comarca y no era una fama mal merecida. Al igual que Luna, Nébula participaba en asuntos que requerían investigación, observación y cuidado. Había recuperado la famosa estatuilla de oro del templo de Solok, había resuelto varios casos de asesinatos supuestamente imposibles y había cambiado toda una estrategia de guerra que dio la victoria en una batalla supuestamente perdida, entre otras muchas historias que circulaban en torno a ella. Algunos decían que se trataba de una maga poderosa. Otros que era una druida experta en artes oscuras y otros, simplemente, que era más lista que el hambre. Todas esas historias iban acompañadas por algun matiz que sacaba a relucir los famosos guantes de garras de Nébula que, cuando no liquidaban a un peligroso asesino, cortaban las ataduras que retenían a un niño preso.
Desde que escuchó las primeras historias de Nébula, Luna tuvo muy claro que él también querría ser un guardían de prestigio, cuyas historias y aventuras se contasen de boca a oido, recorriendo el mundo entero y haciendo soñar a mil personas al igual que Nébula.

Siempre que un mercader o viajero llegaba a Dican diciendo que llegaba o había pasado por Fikgler, Luna le asaltaba pidiéndole las últimas actividades de Nébula. Sentía hacia aquella persona, a la que no había visto en su vida, una mezcla de odio, envidia, amor y admiración y ahora estaba luchando a su lado.
-¡Plata! -llamó a la loba que ladraba con fiereza a las plantas en un vano intento de amedrentarlas- ¡Intenta llegar hasta Shim y asegúrate de que está a salvo!
-Quizá deberíamos ser nosotros quienes fuesemos hasta él -dijo Nébula rematando a su última planta- Tu loba es inútil frente a este enemigo
-Plata es demasiado lista -defendió Luna- Sabrá que hacer para ponerle a salvo sin necesidad deluchar
-Sí, ya lo he visto en el callejón... -se ajustó los guantes
-¡Eh,estábamos acorralados y nos habían pillado por sorpresa! -protestó enfadado
-Ese es el fallo, que a un guardian no se le debería pillar por sorpresa -dijo con malicia- Un guardian es quien debe pillar desprevenido a su adversario y detenerle antes de que pueda causar daños porque... -fue interrumpida por un destello blanco que la arrastró por el suelo a tiempo de evitar que un tallo de una planta recién llegada la atrapase.

Plata y Nébula rodaron por el suelo un par de metros, hasta que la loba se puso en pie y miró a Luna.
"Shim está con Kryed. Su casa está siendo defendida por él y otros soldados... unos diez. Me he fijado que todas las plantas van en esa dirección. Quizá deberíamos ir nosotros también"
-¡Genial Plata, buen trabajo! -sonrió el chico
-¿Hablas con ella? -preguntó Nébula devolviéndole a la planta el ataque traicionero
-Hem... no. Bueno, quiero decir... le doy órdenes, pero no hablamos. La felicitaba por salvarte.
-Ya...
-Creo que todas las plantas van hacia casa de Shim -"¡Eh!" protestó Plata en su cabeza- Creo que deberíamos ir hacia allí.
-Buena idea -afirmó- Así matamos dos pájaros de un tiro.

martes, 13 de abril de 2010

La maldición de Dican (2)

La nueva del soldado Kalek, a viva voz, había provocado un estallido de histeria entre el grupo de vecinos curiosos que se arremolinaban en torno a la casa del carpintero. Los más morbosos no perdieron el tiempo y se encaminaron a casa de Leonor dispuestos a husmear todo lo posible hasta que los soldados rodeasen el lugar.
-Luna, Plata -llamó Shim desde la puerta- será mejor que vayais... Yo me quedaré aquí con Matt ya que no espero encontrarme con nada nuevo...

Caminó lentamente hasta el banquillo de madera que había junto a la chimenea y se sentó con un profundo suspiro. Estaba realmente abatido y agotado.
-Shim, ¿estás bien? -preguntó Luna
-Siento que la vida de este pueblo se escapa entre mis dedos... -respondió mirando las brasas- Por favor, cuando vayas a casa de Leonor, dile a Kryed que ordene a cinco emisarios que vengan aqui.

Tal y como Shim había predicho, el estado de la mujer no era nada nuevo con respecto a las víctimas anteriores. Tras el registro del local, encontró un corazón de manzana cuyo olor también identificó Plata como "impuro" nada común en la fruta. Seguidamente, se hizo saber al pueblo que todos los alimentos podrían estar envenenados, por lo que se quemarían en grandes hogueras con el fin de evitar nuevas víctimas.
Por otro lado, Shim envió un emisario por cada aldea o ciudad cercana, pidiendo auxilio y caridad de alimentos para Dican, así como médicos y botánicos o herbólogos que pudiesen dar con un antídoto. Sin embargo, a pesar de que la llamada fue recibida con generosidad por parte de las comunidades vecinas, las muertes no cesaron.

Luna no dormía intentando atar cabos sobre las procedencias de los alimentos envenenados que, tan pronto aparecían en un guiso, como en un mendrugo de pan y todo de diferentes puntos de origen. Llegaban alimentos puros y envenenados de todas partes, lo que Shim atribuyó a que el asesino debía ser un vecino que se encontrase dentro de la aldea.

Se intentó descartar el mayor número de alimentos infectados dándoselos a oler a Plata, pero la loba no daba a basto. Aun así insistió en vivir con Luna y comprobar todo lo que comiese hasta que el asesino fuese descubierto. Mientras tanto, el cementerio de Dican crecía a un ritmo alarmante al tiempo que muchos de los vecinos cerraban sus casas tapiando puertas y ventanas para, después, marcharse de la aldea presas del pánico.

Fue una noche, volviendo de su ronda, cuando se dio cuenta de que Dican parecía un pueblo fantasma. Apenas había luz en las calles, ya que la mayoría de las casas estaban vacías y a oscuras, nadie caminaba por ellas y no salían voces y risas de la taberna, que permanecía muda con los tablones cegando sus puertas y ventanas.

Caminó presuroso con Plata a su lado deseando llegar cuanto antes a su casa y encender el fuego, en un vano intento de sentirse agusto en un ambiente hogareño y acogedor, pero su camino se vio interrumpido por un grito seco que salió de una de las calles colindantes.
Luna y Plata se apresuraron a llegar al lugar, para ver a un vecino paralizado en medio de la calle, aterrado ante la imagen que se mostraba frente a él. Leonor, la frutera, caminaba torpemente hacia él, emitiendo roncos sonidos guturales. Su mirada, si esque se le podía llamar así, se perdía en un horizonte inexistente, su piel, putrefacta, emitía un intenso hedor e iba dejando pequeños rastros de tierra.

Hombre y loba sintieron como sus cuerpos se petrificaban desobedientes al impulso de hacer algo para salvar al hombre que, al igual que ellos, estaba inmovil ante aquel suceso.
Leonor, si esque era ella, se abalanzó sobre el vecino, quien no pudo más que gritar aterrado. Pero su alarido fue apagado por una larga lengua que salió de la boca del cadáver viviente y penetró por la garganta de su víctima, quien comenzó a agitarse violentamente en un vano intento por escapar.
Su cuerpo de pronto estalló en sangre, cayendo con pesadez al suelo en medio de un gran charco que iba creciendo entre el empedrado.
-Ella... ella es la asesina... -murmuró Luna en un hilo de voz

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, desenvainó su espada y se enfrentó a ella.
-¡Leonor! -exclamó temblando de pies a cabeza- ¡Detente! ¿Por qué atacas a los vecinos de Dican?

La mujer, ignorando las palabras de Luna, se dirigió hacia él agitando su larga lengua de forma amenazante. Luna empuñó su arma con las dos manos dispuesto a defenderse aunque fuese una vecina de la aldea.
-¡Párate donde estás! -insistió- O me veré obligado a luchar contra ti.

La lengua salió disparada hacia él, que se echó a un lado esquivando el ataque y cortándola en el aire. El trozo seccionado cayó al suelo con un sonido desagradable, donde se retorció durante unos segundos antes de quedarse, finalmente, quieto. Leonor, furiosa, emitió un sonido gutural más fuerte. Luna interpretó una queja mezcla de ira y dolor.
"Luna, no es su lengua" dijo la voz de Plata en su cabeza
-¿Eh? -volvió a mirar el bulto del suelo, distinguiendo un tallo grueso, como de una parra o enredadera- ¿Qué diablos...?
"¡Luna, cuidado!"

Esquivó, por los pelos, un segundo ataque del tallo. Esta vez tuvo que echarse al suelo, por lo que no pudo cortar a su adversario. "Si esto es una planta, entonces dudo mucho que sean actos voluntarios de Leonor" pensó rodando por el suelo para ponerse en pie "¿Eso es bueno o malo?"

Sin sentir ningún remordimiento, corrió hacia la mujer, esquivando dos nuevos intentos de ser atrapado por la enredadera y descargando su espada contra ella en un tajo que cruzaba su cuerpo en diagonal de arriba a abajo.
El cuerpo cayó al suelo soltando sangre negra a borbotones, ante lo cual Plata giró la cabeza extrañada. "Es una mezcla... como de sangre y savia..." indicó olfateándola
-Vamos. Tenemos que avisar a Shim -dijo Luna presuroso- Ya hemos terminado con la asesina... aunque he de reconocer que nunca pensé que Leonor fuese una hechicera.
"Shim tendrá una respuesta para esto, seguro"

Luna envainó su espada y se dispuso a encaminarse a casa del anciano, cuando escuchó movimiento tras ellos. Se giró para comprobar como el cuerpo de la mujer se erguía de nuevo, solo que esta vez no se apoyaba en sus pies, si no en dos raíces que salían de debajo de su falda. De las mangas de su vestido empezaron a asomar nuevos tallos, semejantes a la enredadera de la boca. Estos iban creciendo cada vez más, provocando que el cuerpo adoptase extrañas poses, acompañadas de un continuo crugir de huesos que, seguramente, se estuviesen rompiendo y triturando. Una vez el cuerpo no pudo resistir más crecimiento, estalló dejando miembros, órganos y vísceras esparcidos por los alrededores. En su lugar, ahora, se erguía una extraña planta verde oscura, cubierta en su totalidad por una brillante mucosidad que se mezclaba con la sangre y las vísceras de su antiguo cuerpo.
Sus tallos y raices parecían salir de un punto común, un gran bulbo que latía en el centro de la planta y emanaba un desagradable olor.

Varios de sus tallos salieron disparados hacia Luna, quien, por acto reflejo, logró evitarlos y cortar dos de ellos. Plata agarró con sus dientes otro de ellos, pero lo soltó al momento haciendo extraños sonidos y lamiendo el barro del suelo.
"Cuidado, están envenenados" indicó en la mente de Luna
"¿Tú estás bien?" preguntó el chico sin perder de vista los tallos que volvían a la carga
"Sí, he tenido suerte de sentirlo a tiempo. No he tragado"
"Estupendo, porque te necesito viva"
"No puedo luchar contra esto... mis garras son inútiles"
"Ve a casa de Shim y apáñatelas para que te siga con la guardia"
"Haré lo que pueda"

Plata echó a correr, pero no llegó a doblar la esquina, si no que se detuvo emitiendo un gemido lastimero y aterrado. Seguidamente, Luna pudo ver como por el otro lado de la calle veía las sombras de más tallos acompañados por el sonido de huesos que crujían rompiéndose hasta el punto de no resistir más crecimiento. Seguidamente, un cuerpo estallaba expandiéndose por los alrededores. Estaban atrapados.

martes, 23 de marzo de 2010

La maldición de Dican (1)

Era el tercer día desde el enterramiento de Hugo y, poco a poco, Dican iba regresando a la normalidad y los vecinos retomaban sus quehaceres, teniendo todos la misma pregunta en su mente. ¿Qué será del molino?

Se habían acordado una serie de turnos provisionales entre los vecinos más cualificados de la aldea para mantenerlo en funcionamiento hasta que alguien pudiese dedicarse a la labor de forma permanente.
La vigilancia extraordinaria continuaba, registrando con minuciosidad a los viajeros y comerciantes que entraban y salían de la aldea. En resumen, todo el mundo estaba intranquilo.

Luna no había llamado a Plata en ese tiempo ya que no había ninguna novedad en la investigación que Shim y él llevaban a cabo.
Tras despertarse el día del entierro de un sueño que duró varias horas, registró la casa de nuevo sin encontrar nada que le fuese relevante o significativo. Así pues, retomó de nuevo sus guardias intentando volver, cuanto antes, a su rutina diaria.

Aun así, a pesar de dejar el tema de lado por falta de información y pistas que seguir, sentía una presión que le reconcomía al no poder cumplir su promesa de encontrar al culpable y averiguar su motivo, pero debía conformarse con recordar las palabras de Plata y asumir que no podría proteger a todo el mundo de todo y para siempre.

Se encontraba, en ese momento, subido en la copa de un gran árbol, reposando el almuerzo de media mañana, cuando escuchó a lo lejos el tañido de la campana de Dican. Extrañado, pues no era festivo ni correspondía acto solemne, meditó intentando averiguar el motivo del toque.
Descendió trepando por las ramas y el tronco y trotó, pues si corría con el estómago lleno se sentiría mal, hacia la aldea.

Varios metros más cerca pudo diferenciar el reclamo. Era el toque de alerta.

Entró en el momento en que los guardias estaban a punto de cerrar la puerta de la empalizada. Se dirigió a uno de ellos.
-¿Qué ocurre? -preguntó casi gritando. La gente parecía bastante alterada
-No lo se, Luna -respondió el soldado empujando la puerta para terminar de cerrarla- Kryed ha ordenado cerrar la aldea y están tocando alerta.
-¿No os han dicho nada?
-Que cuando cerremos nos aseguremos de que nadie entra ni sale -hizo un gesto de fastidio al no poder ser de más ayuda.
-Está bien -se resignó- Gracias Logan.

Ascendió presuroso entre la gente que corría a sus casas y cerraba puertas y ventanas. Por lo general, cuando tocaban alerta, es porque se avecinaba una gran tormenta, un ataque de carácter débil o se había recibido el aviso de una amenaza aun no confirmada.
Llegó hasta la casa de Shim, la cual encontró cerrada y la entrada custodiada por un muchacho provisto de un garrote.
-Shim dijo que vendrías aqui -le indicó a Luna cuando este se acercó- Me pidió que te esperase y te dijese que vayas a casa de Matt el carpintero y su familia.
-¿Sabes qué ha ocurrido? -preguntó desorientado
-No estoy seguro, pero creo que también han sido asesinados, porque Shim no dejaba de repetir "no es posible que ocurra de nuevo" y cosas así... -Luna permaneció en silencio ante el comentario- ¿Me puedo ir?
-Sí, vete a casa... gracias, chico -respondió en su mundo.

Tras varios segundos buscando sentidos a la frase de Shim que no tuviesen por qué referirse a lo que temía, se dirigió al lugar indicado, donde encontró un ambiente similar al de la otra noche.
Entre empujones apresurados y latidos violentos en su pecho a medida que se acercaba a la entrada, logró llegar a la puerta, custodiada igual por dos soldados que le dejaron el paso libre.
En el interior de la casa encontró algo que, a pesar de haberlo visto antes, le impactó más que nunca.
Julia, la mujer del carpintero y sus tres hijos, dos niñas y un niño, yacían en el suelo sobre cuatro grandes charcos de sangre.
En un rincón, Matt, el cabeza de familia, sollozaba sentado en un taburete y con la cara oculta tras sus grandes manos.

Shim se acercó a Luna, que había permanecido en la entrada de la casa inmovil e invadido por un ligero temblor y un sudor frío que se apoderaron de su cuerpo.
-Luna, hijo... -susurró Shim cogiéndole del brazo y llevándole hasta un banco- Te he hecho llamar porque espero que aqui encontremos al culpable... ¿te ves con fuerzas para investigar?
-Sí... solo dame un momento... -respondió intentando controlar el temblor- Voy a salir al jardín... por la puerta de atrás para... ya sabes... -mostró la empuñadura de su espada. Shim asintió.
-Ordenaré que la dejen pasar a la aldea y a la casa -respondió el anciano- También pueden dejar de tocar ya alerta. Creo que todos estamos avisados de que corremos peligro.

Luna salió al pequeño jardín trasero de la casa, donde el carpintero guardaba varios bloques de madera, troncos, figuras a medio tallar, muebles desmontados...
Caminó dominándose a sí mismo y recuperando la compostura y la rectitud. No era la primera vez que veía a varias personas fallecidas, pero si era la primera vez que esas personas eran niños.
Cuando se tranquilizó, desenvainó su espada, la clavó en el suelo y cerró los ojos.
"Plata, te necesito"
"Lo se. Estoy junto a la empalizada... he oido el toque de alerta"
"Shim va a dar la orden de que te dejen pasar. Aulla en la puerta que tengas más cerca y, después, ven a casa del carpintero"
"Estaré allí lo antes posible... Luna, ¿estás bien?"
"Tranquila, solo estoy... impactado. Te espero aqui"

Desclavó la espada de la tierra antes de que Plata pudiese seguir preguntando. En la conversación se le había cruzado la macabra imagen que acababa de presenciar. Seguramente Plata hubiese visto algo.

Regresó al interior de la casa, donde, esta vez, pudo empezar a registrarlo todo. Examinó la mesa con minuciosidad, pues los cuatro cuerpos yacían en torno a ella y, por la causa de la muerte que presentaban, al igual que la de Hugo, debía ser por veneno.
Sobre la tabla encontró un cuenco grande de barro que contenía algunas frutas, principalmente higos. Varias mondas de estos, se apilaban en cuatro pequeños montones, donde deberían haber estado sentados los inquilinos. También vio una jarra lechera, cuencos con restos de leche, un mendrugo de pan y varias migas esparcidas por la mesa... pan... la primera víctima... era el molinero...
-¡Shim, ven un momento! -reclamó desde la mesa
-¿Has encontrado algo? -preguntó el anciano mirando la mesa con curiosidad. Él mismo la había mirado antes sin dar con nada
-Creo que el veneno es el pan -expuso- Primero el molinero, que hace harina. Cuando registré su casa, lo que había comido era un estofado con pan y aqui estaban desayunando leche, frutas y pan.
-Es una buena observación -aprobó Shim ante el radiante muchacho- pero olvidas un detalle muy importante
-¿Cuál?
-Todo el pan de esta aldea nos lo suministran Bill y Loretta, los panaderos locales. Todos los habitantes de Dican comemos el pan salido del mismo horno y amasado por las mismas manos. Incluido este -cogió un pedazo y se lo llevó a la boca- Si el veneno fuese el pan, todos llevaríamos muertos varios días.
-Claro...
-Aparte de que Bill y Loretta son unas personas estupendas que no tienen motivos para acabar con la vida de nadie -remarcó.

Cogió la leche, mojó la yema de su dedo índice y la cató, no hayando nada extraño en su sabor o textura. Seguidamente, cogió una de las mondas de los higos y la olió no encontrando nada fuera de lo normal.
Estaba eligiendo uno de los higos del frutero para abrirlos cuando los guardias abrieron la puerta para dejar entrar a Plata. El carpintero hizo caso omiso de la llegada de la loba.
-Plata, ven aqui -pidió Luna dejando el higo de nuevo en el cuenco- Necesito que me digas si detectas algo extraño en estos alimentos.

La loba caminó despacio hacia su compañero emitiendo un ligero gimoteo. Podía sentir el dolor que, en pocas horas, se había concentrado en aquella casa. El dolor de las víctimas al ver arrancada su vida por sorpresa, por verse morir unos a otros de una forma tan violenta y cruel y el dolor que, en un instante, estaba soportando el carpintero que lloraba incrédulo en su rincón.
Cuando llegó, se puso a dos patas olfateando minuciosamente todo lo que reposaba en la mesa. Al igual que Luna, mojó la punta de la lengua en la leche descartando que se encontrase en ella el veneno. Finalmente se detuvo en el frutero.

"Está aquí" dijo en la mente de Luna
-¿Aquí? -señaló los higos- ¿Estás segura?
"Completamente. No huelo ningún veneno, sin embargo, ese no es el olor común de los higos. Sea lo que sea, estos higos no son buenos"
-Shim -llamó al anciano que les observaba desde la puerta- Lo tenemos
-Los higos, ¿no? -dijo desde su sitio. Luna asintió
-¡Kalek! -llamó a uno de los guardias que vigilaban la entrada. El guardia se asomó- Por favor, ve a casa de Leonor y dila que venga cuanto antes.

El soldado salió presuroso dejando el interior de la casa en silencio, desapareciendo incluso los sollozos de Matt.
-¿Cómo que la causa son los higos? -preguntó atónito- ¡Unos malos higos pueden dejarte mal del estómago unos días, pero nunca podrán hacer esto! -exclamó señalando los cadáveres de su familia
-Matt, no eran los higos, sino el veneno que contenían -explicó Shim
-¿Veneno?... ¿En la fruta?... ¿Y por qué querría Leonor envenenarme a mi y a mi familia?
-Eso es lo que queremos preguntarle ahora. Por eso la he hecho llamar.
-No lo entiendo... esta mañana... cuando los he comprado estaba... normal... alegre... como siempre, vamos... -miró al suelo con los ojos muy abiertos- Su familia y la mia siempre se han llevado bien desde que mi abuelo cercó las plantaciones del suyo para que no le robasen... Es... es imposible que...
-Lo aclararemos ahora en cuanto llegue, Matt. Solo te pido que me dejes hablar a mi y que no te dejes llevar por los impulsos.

Como respuesta, Matt volvió a ocultar su rostro entre las manos y sollozó con fuerza. Plata caminó hasta él, se sentó a su lado y aulló dolida.
En silencio, aguardaron la llegada de Kalek, el soldado, que no se hizo esperar.
-¡Shim! -exclamó entrando bruscamente en la casa- ¡Leonor también ha sido asesinada!

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO I. Me llaman Luna

Suspiró con cansancio al tiempo que empujaba la puerta del local, recibiéndole un interior cálido, luminoso y lleno de ruido.
Algunos de los clientes de la taberna volvieron sus cabezas curiosos de conocer la identidad del recien llegado, sonriendo al ver al muchacho que, abrigado con su capa grisacea, cruzaba el umbral que le sacaba de la fría noche para ser abrazado por la calidez de la chimenea.

El lugar era, sencillamente, una casa construida a base de piedra y madera, de un solo piso, pero que tenía el espacio suficiente para abarcar a los habitantes de la aldea, conocida en la comarca con el nombre de Dican, debido al río que la cruzaba.
Al fondo de la taberna, una gran chimenea acogía una lumbre cuyo fuego emitía una agradable calidez invitando, a los que llevaban más de una hora allí, a quitarse sus chaquetas y quedarse con la camisa.

El recien llegado caminó con calma hacia la barra donde ya le esperaba Gwen, la hija mayor del tabernero. Era una muchacha de unos quince años, delgada, con su pelo rubio recogido en dos interminables trenzas y su rostro, de piel blanca, cubierto por pecas que le daban un aspecto muy infantil.
-¿Qué tal estás, Luna? -preguntó poniendo un vaso con agua frente a él como era costumbre
-Cansado -respondió- Hoy he llegado hasta la costa siguiendo el Dican.
-¿Por qué tan lejos? -se interesó la chica. Le encantaba escuchar la información que Luna traía de fuera de la aldea.
-La aldea está muy tranquila ultimamente -respondió- por lo que me he permitido alejarme un poco, simplemente por variar.
-Te quejas demasiado -le reprendió Gwen- Lo que daría yo por poder caminar por esos bosques...
-¡Gwen! -exclamó una voz desde el otro lado de la barra- ¿Ya estás distraida otra vez?

El que había hablado no era otro que Jonás, el padre de la chica. Un hombre corpulento, debido a las grandes cantidades de peso que cargaba casi a diario para las provisiones de su taberna. Empezaba a perder el pelo y, el poco que conservaba alrededor de una pronunciaba calva, se estaba volviendo gris.
-Lo siento, papá -se excusó la chica- Ahora te traigo la cena -le dijo a Luna antes de meterse en la cocina.

Luna bebió agradecido el vaso de agua que siempre le servía Gwen siempre que llegaba. Mientras esperaba su cena miró al resto de los clientes que cenaban o bebían algo tranquilamente. Algunos, al saberse observados, le saludaban con la cabeza o una sonrisa. Aquella gente era realmente agradecida y sabían que su función en el pueblo no era, sencillamente, pasarse el día paseando por el bosque.

Se podría decir que Luna, cuyo verdadero nombre era Kogud, era un centinela de la aldea... pero a su manera. No se limitaba a vigilar la empalizada, como el resto de milites. Él conocía los bosques de alrededor como la palma de su mano y, en caso de que algún peligro acechase a la aldea, podía llegar a tiempo para avisar y alertar a quien fuese necesario. Incluso, en algunas ocasiones, el mismo se encargaba del peligro si se trataba de bandidos o asaltantes. De ahí que las gentes de la aldea le bautizasen como Luna, por estar siempre vigilando lo que pasaba, fuese de día o de noche.

Este estupendo conocimiento del entorno venía dado de la mano de Noah y Salem, dos hermitaños que, aun siendo vecinos de al aldea, vivían fuera de ella. Luna jamás había conocido a sus padres biológicos, ya que fue encontrado flotando en una cesta del río y criado por estos dos hermitaños a los que, a pesar de saber que no eran su misma sangre, los quiso como a tales.
Ellos se encargaron de mostrarle como vivir en el bosque, como cazar, saltar, trepar, nadar, escuchar, ver, sentir... para un humano corriente, el bosque era un nido de peligros, bestias salvajes, bandidos achechantes y, por la noche, hogar de demonios y malos espíritus. Sin embargo, para Luna, era un entorno de paz y tranquilidad que le hacía sentirse cerca de sus criadores aun cuando estos llevaban años fallecidos.

-Aqui tienes -dijo Gwen poniendo un plato sobre la barra. Seguidamente, cortó un pedazo generoso de pan y lo dejó al lado- ¿Qué vas a querer beber?

Luna observó el contenido del plato, que resultó ser un guiso de carne acompañado por verdudas estofadas. Su estómago rugió de hambre cuando el aroma llegó a él.
-Con esto creo que un poco de vino estará bien -respondió comenzando a devorar la cena.

No había terminado de tomar la mitad, cuando la puerta de la taberna se abrió de golpe. Cuando se giró, pudo ver al jefe de la guardia aun con la mano en el madero, impidiendo que volviese a cerrarse.
El mal genio de aquel hombre era conocido por todos y nunca solía dejarse ver por la taberna, por lo que no le sorprendió a Luna que algunos de los clientes se encogiesen ligeramente atemorizados. No era para menos.
Kryed, que así se llamaba, había sido, desde niño, una persona violenta. Quizás ese factor que no mostraba piedad contra los asaltantes de la aldea, le había otorgado el cargo que tan ostentosamente llevaba como jefe de la guardia. Ni que decir que se trataba de un personaje corpulento, de músculos y facciones marcadas, barbilla recta y el ceño constantemente fruncido. Seguramtene nadie en la aldea la hubiese visto sonreir salvo cuando empuñaba su espada quitando rivales de su camino.

-¡Tú! -dijo señalando a Luna cuando le vio. Este terminó de tragar lo que tenía en la boca
-¿Qué? -contestó partiendo un trozo de pan con sus manos
-Shim quiere verte. Dice que vayas a la casa del molinero.
-¿A mi? -mojó el pan en el plato y se lo metió en la boca- ¿"Pada qué"? -preguntó con la boca llena. Kryed hizo un gesto de asco
-Lo sabrás cuando lleguemos. Venga -ordenó
-¡Pero estoy cenando! -protestó
-¡Es urgente! -gritó empezando a ponerse rojo
-Shim es un buen hombre y su paciencia es famosa -expuso volviendo a comer- No se "enfadadá pod que taddemos" un poco a que "tedmine de cedaf"

Shim era, por llamarlo de alguna forma, el hombre más sabio de la aldea y, al tiempo, el hermano del fallecido Salem. Se llevaba bien con todos los vecinos, atendiéndoles cuando estos iban a él en busca de consejo.
Como bien decía Luna, su paciencia era famosa y admirada, ya que, en repetidas ocasiones, se veía obligado a aconsejar a todo el pueblo sobre lo mismo sin llegar jamás a la expresión "os lo dije"
Aun así, Luna quería especialmente a ese hombre, ya que gracias a él conocía a Plata, su loba. No tenía intención de hacerle esperar ya que, de necesitarle a esas horas, debía de ser algo importante... pero disfrutaba haciendo enfadar a Kryed, quien solo podría limitarse a dar voces y enfadarse.
-¡He dicho que vengas ahora, extranjero! -vociferó desde la puerta rojo de ira

Tras este comentario Luna dejó con calma el tenedor sobre la barra. Podía sentir como toda la taberna estaba pendiente de él ya que era de sobra sabido que no había insulto que más le hiriese que el de "extranjero"
-Vete -le dijo con calma
-¿Qué? -el guerrero no daba crédito a lo que oía- Te digo que Shim te recla..
-¡Que te marches! -gritó- ¡Vete a donde esté Shim y dile que iré dentro de unos minutos porque estoy cenando! -Kryed apretaba los dientes de ira- ¡El comprenderá que necesito comer algo después de estar todo el día vigilando vuestra aldea! -se puso en pie y caminó hasta el guerrero- Y ya es triste, ¿no? ¡Que vuestra casa la tenga que vigilar un extranjero!

Los dos se miraron durante varios segundos, hasta que Kryed, dando un portazo, se marchó.
Seguidamente, casi al instante de que se cerrase la puerta, Luna se puso su capa, ajustó la espada a su cinturón y corrió atravesando el local para salir por la puerta de atrás.
Una vez fuera, pudo sentir como el frío de la noche golpeaba su rostro que ardía de rabia. Poco a poco se fue tranquilizando mientras pensaba el merecido que iba a darle a aquel engreido.

Corrió por las callejas traseras hacia la casa del molinero, asegurándose de no cruzarse con Kryed.
Cuando llegó se encontró con un ligero revuelo en la entrada de curiosos retenidos por algunos soldados. Había luz en el interior de la cabaña.
Entró mirando confuso a la gente que se arremolinaba en torno a la entrada. Cuanzo cruzó el umbral, vio a Shim hablando con algunos soldados y al molinero muerto en el suelo.
No había indicios de pelea, ya que todos los muebles estaban intactos y en su sitio. Sin embargo, el cuerpo yacía en medio de un gran charco de sangre, la cual parecía haber salido en su totalidad por la boca. Luna sintió un escalofrío al ver aquella imagen, pero se contuvo.

-¿Me habías llamado, Shim? -preguntó acercándose hasta él
-Si, Luna, hijo -respondió- Como puedes ver ha ocurrido una desgracia esta noche... por favor, llama a Plata y rastread los alrededores de la aldea.
-Está bien -asintió Luna- Pero ¿qué le ha...? quiero decir, ¿cómo...? -señaló el cadáver
-No lo se... -negó con la cabeza- quizá tras el rastreo que hagais Plata y tú pueda sacar alguna conclusión en mi casa.
-De acuerdo -dijo disponiéndose a salir
-¡Shim! -gritó una voz desde fuera- ¡Dejadme pasar, inútiles! ¡Shim! ¡Ese extranjero desagradecido no ha querido ven...! -Kryed abrió la puerta palideciendo de golpe al ver a Luna dentro de la casa hablando con Shim
-¡Kryed! -le reprendió el anciano- ¡Un poco de respeto ante situaciones así, por favor! ¡Controla ese temperamento!
-Pe... pero...
-¡Y te he dicho mil veces que no llames extranjero a Luna!
-Lo sé, Shim, pero...
-¡Vete a patrullar las calles por si encuentras a alguien sospechoso! -ordenó- ¡Ya hablaremos el jefe, tú y yo!

Luna salió de la casa cruzándose con el avergonzado Kryed. De no ser por la muerte de su vecino, seguramente hubiese sonreido con descaro.
Ignorando los murmullos del guerrero, caminó de forma presurosa hasta la empalizada, donde, tras asegurarse de que nadie le veía, desenvainó su espada, la clavó en el suelo y asió la empuñadura con fuerza al tiempo que cerraba los ojos.

"Plata" pensó "Plata, te necesito ¿Dónde estás?" A su mente llegó la imagen del bosque, cerca del manantial. Conocía el lugar, estaba a escasa distancia de la aldea. "Plata ven a Dican. Shim nos ha dado un encargo"
"Enseguida, Luna" resonó una voz femenina en su cabeza

A los pocos minutos alguien se movía al otro lado de la empalizada. Luna salió al exterior para encontrarse con una gran loba blanca y gris que se acercó trotando ligramente hasta él, separando sus orejas en señal de que esperaba una caricia.
Luna se puso en cuclillas frente al animal, al que acarició con energía en el cuello.
-Cuanto tiempo sin verte -sonrió acariciando su pelaje
"Yo también me alegro de verte a ti" resonó de nuevo la voz "Estás muy delgado. Deberías comer más"
-Solo estoy cansado... Ven, te contaré lo sucedido.

* * * * *

Tras rastrear todos los alrededores de la aldea y seguir, en ambas direcciones, el cauce del río Dican, regresaron al lugar del crimen. Shim ya se había marchado, dejando como responsable a Kryed, quien miró con desprecio a Luna y, seguidamente, a la loba Plata.
-Se marchó hace un rato -respondió con mal tono cuando el centinela preguntó por el anciano- Al igual que deberías hacerlo tú. No quiero verte merodear por aqui.
-Lamento decirte que me verás, te guste o no, si así lo quiere Shim -respondió a modo de despedida apresurándose a salir de la casa del molinero antes de que Kryed pudiese decir la última palabra.

Hombre y loba se encaminaron hacia el hogar del anciano, cuyo interior se veía iluminado dentro de la negrura de la noche. Una vez frente a la puerta, Luna llamó golpeando la madera con los nudillos.
-Está abierto -respondió Shim desde el interior.

Tras pasar al interior de la cabaña, no muy diferente a las demás de la aldea, se acercaron al anciano que les esperaba sentado junto a la chimenea con sus manos extendidas hacia el fuego en busca de calor.
-No hemos encontrado nada -dijo sentándose tras la señal de Shim invitándole a situarse junto a él. Plata se tumbó placidamente frente al fuego- Hemos mirado los caminos, seguido el río, buscado huellas por el bosque... no había nada. Quizás mañana, con la luz del día, podamos ver algo que ahora nos pase desapercibido.
-En caso de que la muerte de Hugo -que así se llamaba el molinero- no sea natural y haya sido provocada por alguien...
-Sí, lo se... para mañana ese alguien ya estaría muy lejos -suspiró abatido. Shim asintió aun con las manos extendidas- Pero ¿por qué alguien querría matar a Hugo? Y no solo eso, ¿por qué de esta forma?
-¿Te has parado a pensar que quizás Hugo no fuese el objetivo del asesino?
-No entiendo.
-Como te dije hace un rato en casa del molinero, podría darte más información tras tu rastreo -Luna observó al viejo esperando una respuesta a sus dudas- Según dices, no hay rastro de que nadie haya salido de la aldea desde la puesta de sol, ¿no es así?
-Exacto. Por ningún punto... aunque yo no vea igual de noche que de día, el olfato de Plata es muy agudo -dijo excusando el fracaso de su registro
-¿Y no es posible que se deba a que nadie ha salido de la aldea? -sonrió
-¡Como! ¡¿Quieres decir que el asesino aun está aquí?! -se puso en pie. Ante el movimiento brusco de su compañero, Plata alzó la cabeza e irguió sus orejas puntiagudas- ¡Tenemos que avisar a Kryed!
-Cálmate -dijo Shim con sosiego e indicándole que se sentase de nuevo- El asesino nunca ha entrado a la aldea.
-No lo entiendo...
-Por lo poco que he podido ver al examinar el cuerpo del pobre Hugo, parecía que su interior hubiese estallado -Luna hizo un gesto de dolor y asco- Solo se de dos cosas que puedan hacer eso: magia negra y veneno de licus.
-¡Shim, por favor! -protestó Luna- ¡la magia no existe!
-Estupendo entonces -sonrió- eso nos reduce las causas a una sola.

Luna se puso de nuevo en pie, esta vez más pausadamente, y comenzó a caminar en círculos intentando comprender las teorías de Shim.
-Entonces la causa ha sido un veneno muy potente... administrado por alguien que no está aqui... sigo sin comprender nada. ¿Quién querría envenenar al molinero?
-Te repito que el molinero no era el objetivo. Como todos sabemos en Dican, Hugo sale de la aldea cada tres días para vender su harina en los pueblos vecinos y no siempre intercambia su mercancía por dinero. A veces acepta gallinas, objetos valiosos, verduras u otros animales.
-¿Insinuas que el veneno pudo ser una de esas monedas de cambio?
-Eso explicaría que el asesino no hubiese tenido que entrar a la aldea esta noche.
-Pero entonces, si dices que Hugo no era el objetivo... la persona que le dio el veneno ¿cómo se aseguraría de que no se lo quedase él?
-Recuerda que Hugo no solo vende su harina, sino que también ayuda a Leonor a vender sus frutas, a Maximilian, el herrero, le recoge armaduras que reparar o caballos para herrar o encargos de forjas, a Julio le trae semillas de otras aldeas para que amplíe sus plantaciones... Aqui en Dican no solo era el molinero, sino también el comerciante.
-Ahora, entonces, hay dos cosas que no me encajan, Shim.
-Te escucho -dijo acariciando a la loba detrás de las orejas
-¿Quién querría asesinar a cualquiera de esos miembros de la aldea? Su muerte intencionada me sorprende tanto como la del propio Hugo
-Ahá -asintió el anciano de acuerdo
-Y, por otra parte, si el veneno no iba para él... ¿por qué se lo quedó y lo tomó?
-Bueno, como buen comerciante, Hugo se quedaba un pequeño pago por exportar mercancías o encargos que no eran suyos. Quizás el veneno le resultó llamativo o se lo dieron como un producto exótico.
-Sigue pareciéndome un plan muy vago -suspiró Luna cada vez más confuso
-Por eso debemos revisar los datos que tenemos para comprender cuanto antes que ha sucedido esta noche.
-Quizá debiera ir a los pueblos donde Hugo comerciaba en busca de sus compradores.
-Te llevaría muchísimo tiempo, a la par que sería imposible que tratases con todos ellos. Eso sin tener en cuenta que seguramente, si dieses con el asesino, no te dijese la verdad. No, no es muy útil.
-Entonces, ¿qué he de hacer?
-Ya sabiendo que no ha sido una muerte natural, regresa a casa de Hugo y regístrala de arriba a abajo. Traeme todo aquello que consideres que no encaja en la casa o creas que pueda servirnos para esclarecer lo ocurrido.
-De acuerdo -asintió agradecido de que le dijesen el siguiente paso
-Te acompañaría -se excusó- pero hace demasiado frío y yo ya estoy muy mayor.
-No te preocupes -respondió abrochándose la capa, la cual había dejado en la mesa al entrar- dejaré aqui a Plata para que te haga compañía. Me avisará si necesitas algo.
-Está bien -afirmó viéndole salir por la puerta
-Kryed se alegrará de verme -ironizó Luna a modo de despedida.

Shim se irguió y avivó ligeramente las llamas de la chimenea con el fuelle que reposaba junto a esta. Seguidamente, tras regresar a su asiento, acarició la cabeza de la loba que bostezó adormecida.
-Creo que me han encontrado, Noah -suspiró cansado. La loba alzó ligeramente la cabeza y le miró con atención- He pasado mucho tiempo cuidando de vosotros y creo que ha sido más que suficiente para que podais seguir sin mi... Cuando llegue el momento quiero que cuides bien de Kogud, ¿de acuerdo?... ¡buena chica! -pasó su mano entre las orejas del can- Tus padres estarían orgullosos.

* * * * *

Respiró hondo antes de empujar la puerta para entrar de nuevo en la casa del molinero. Esperó algún comentario despectivo o irónico, dentro de lo posible, por parte de Kryed, sin embargo, este no llegó. El guerrero se limitó a mirarle con desprecio y darse la vuelta para proseguir indicando a sus hombres por donde debían desplegarse para hacer patrullas extraordinarias y reforzar la vigilancia de la aldea.

Agradecido por ser ignorado, pues no le apetecía discutir en un momento en el que requería toda su atención, se dispuso a registrar la estancia. Esta era pequeña, de unos cinco metros por cada lado. En un rincón una cocina, cerca de la chimenea que contaba con algunos artilugios metálicos sobre los que pudo deducir que Hugo cocinaba en algunas ocasiones. Parecía probable que cumpliese la función de horno.
En el centro del cuarto, una mesa de madera vieja y con abundantes marcas de golpes y cortes fruto del uso cotidiano y el paso del tiempo en aquellas tierras frías y húmedas. Por las paredes colgaban algunos estantes de escaso tamaño que sostenían figuras de madera, tarros, frascos y un par de libros, los cuales, al examinarlos, estaban rellenos con toscos garabatos que parecían recoger cuentas, cifras y nombres de objetos y personas. Asintió inconscientemente aprobado la organización de aquel hombre en su trabajo. Finalmente, en el extremo opuesto a la chimenea, unas escaleras ascendían, a través de una trampilla, al piso de arriba donde seguramente se encontrase la cama del inquilino y alguna estancia para invitados y huéspedes.

Devolvió el último libro al estante tras asegurarse de que allí no figuraba ningún pago como "botella, frasco, recipiente" o similar, al igual que tampoco figuraba la palabra "licus" aunque no esperaba dar con ella, ya que de saber que aquello era veneno, no lo hubiese ingerido.
Claro... ingerido... ¿Y si el veneno no iba en un frasco o botella, si no ya dentro del propio alimento?
Con paso decidido se encaminó al cadáver y, haciéndole rodar, le dio la vuelta. Se estremeció al encontrarse de golpe con la mirada perdida y vacía de Hugo, aquel hombre con el que tantas mañanas había abandonado la aldea para dirigirse cada uno a su labor.
Haciendo un esfuerzo por mantenerse frio y no distraerse de su trabajo, buscó alguna señal que le indicase que no había sido ingerido por la fuerza, pero entre tanta sangre era difícil. Sin embargo, algo le llamó la antención en la boca entreabierta de la víctima. Haciéndo uso de su puñal, desplazó la mandíbula inferior hacia abajo permitiendo abrir la boca del cadáver y vislumbrando un pequeño brote que asomaba por su garganta. Pensó cogerlo, pero debería meter demasiado la mano, lo que le parecía una falta de respeto aparte de que estaría demasiado resbaladiza y no podría atraparla solo con la punta de los dedos. Por otro lado, no quería llamar la atención de los soldados ni decirles nada sobre sus investigaciones hasta que Shim lo considerase oportuno.

Se acercó a la mesa de la cocina, donde los guardias habían puesto lo que estaba sobre la mesa comedor. Cogió con el cuchillo un poco de la grasa que reposaba en el fondo del plato, se lo acercó a la nariz y lo olfateó. Plata le enseñó a detectar olores, aromas, simplificar perfumes y separar unos de otros. Por ejemplo, en una ensalada, era capaz de diferenciar, con los ojos vendados, las verduras que la componían y los ingredientes para su aliño. Era una cualidad que el ser humano estaba perdiendo, pero, con la práctica, se podía adquirir.
En aquella ocasión no detectó ningún olor extraño o que desentonase dentro del guiso. Rebuscó con la punta del cuchillo en el contenido, pero no hayó mas que grasa pastosa con pepitas de especias y migas de pan.

Rehusó explorar el piso de arriba. El brote le tenía desconcertado y creía que ahí debía esconderse la clave para solucionar aquella extraña muerte. Lo idóneo era informar a Shim cuanto antes y, si era posible, hacerse con algo que pudiese utilizar como unas pinzas para obtener una muestra y mostrársela personalmente al anciano.
Con una despedida general para todos los presentes, abandonó por tercera vez en esa noche la casa del molinero y regresó a donde Shim y Plata le esperaban.

Entró sin llamar, encontrando al anciano y a la loba dormitando frente al fuego, casi extinto de la chimenea. En otra ocasión hubiese aguardado hasta la mañana siguiente para exponerle lo ocurrido al viejo, pero el brote le tenía desconcertado y, no sabía muy bien por qué, algo le decía que era peligroso y no quedaría ahí.
Agitó suavemente el hombro de Shim mientras, casi en un susurro, le llamaba por su nombre. El anciano despertó y le miró con curiosidad.
-Ah, Luna -saludó- ¿Ya estás aqui? ¿Qué has encontrado?

Plata también se despertó y, después de estirar sus patas, se sentó junto a su compañero, que expuso su descubrimiento.
-Es extraño... -murmuró Shim- un brote de planta somando por la garganta de Hugo... Yo mismo examiné el cuerpo antes y no vi nada semejante... solo tenía mucha sangre...
-Quise coger una muestra para que la vieses, pero me parecía una falta muy grave meterle la mano en la boca -se excusó
-No te preocupes... -contestó asustado- Si ha crecido hasta ponerse ahí a lo largo de la noche, llegará un momento en el que sobresalga del cuerpo hasta el punto de que no sea necesario siquiera tocar el cadáver.
-¿Insinuas que hay una planta creciendo en su interior?
-Siempre puede ser que hayas confundido un trozo de verdura de su cena con un brote de una planta -repuso también incrédulo de su teoría- Lo sabremos a lo largo de esta noche. Por favor, ve a casa de Hugo y vigila el cuerpo. No dejes, bajo ningún concepto, que nadie lo toque o lo mueva. Si dices que es una indicación mia no pondrán objeciones.
-¿Qué hago si es una planta y esta crece? -preguntó atónito ante su propia pregunta
-Desaloja esa casa y los alrededores lo antes posible y envía a Plata a avisarme, ya que esta vez irá contigo. Se que es una teoría absurda, pero no imposible. Mantente alerta, Kogud.

Salieron presurosos de casa de Shim esperando encontrarse la escena del crimen llena de plantas enroscándose por todas partes. Luna estaba realmente asustado y detrás de todo aquello tenía que esconderse algo grave, pues solo en esas ocasiones Shim se refería a él por su nombre real y no por su apodo.
Sin embargo, cuando llegaron, encontraron todo tal y como Luna lo había dejado.

Tras decirle a Kryed que el hecho de que se limitase a mirar el cuerpo era orden de Shim y que prefería irse a dormir a escucharle a él ladrando órdenes, se sentó en el suelo con Plata a su lado dispuesto a vigilar.
No pasó nada.

Al alba, los amigos de Hugo pidieron permiso para retirar el cuerpo y darle sepultura como era debido. Luna envió a Plata a casa de Shim, quien dio su visto bueno y consentimiento, atribuyendo que ya no sería necesario examinarlo para aclarar lo ocurrido y pidiendo disculpas por no haber permitido su retirada antes.

Pocas horas después Hugo era enterrado junto a sus padres, su mujer y sus dos hijos, despedido por sus vecinos y amigos que no dejaban de recordar anécdotas agradables relacionadas con él.
Luna no tuvo que hacer un esfuerzo por contener lágrimas, como era el caso de varios vecinos que aguantaban la respiración con ojos vidriosos para aparentar dureza. Conocía a Hugo, obviamente, y hablaba con él casi todos los días, pero no estaban muy unidos. Se hubiese visto más dolido si el fallecido hubiese sido el tabernero o cualquier familiar de este.

Aun así, al volver a la aldea, sintió una punzada de dolor en el pecho, seguida de un fuerte nudo en la garganta provocados por la imagen de las aspas del molino inmóviles sobre algunos tejados. No le preocupaba el hecho de que alguien tomase la actividad molinera del viejo Hugo, o se encargase del comercio de Dican, ya que siempre habría alguien allí o en los pueblos vecinos dispuestos a desempeñar una labor social, pero ya no sería el molino de Hugo o la casa de Hugo el molinero.

Aquel hombre al que apenas conocía por unos minutos de charla en las mañanas, que no era ni bueno ni malo, sino un vecino más, del que, en muchos días, ni se acordaba de su existencia o necesitaba la referencia a su labor para saber de quien le hablaban... aquel hombre del que no podría hablar de seguido sobre él ni unos minutos por falta de datos había muerto y, con él, un trozo de Dican y su vida cotidiana.

Esas aspas inmóviles, en letargo a la espera de un nuevo amo, le helaron la sangre y sacudieron su espíritu, haciendo que se jurase a sí mismo averiguar que había sucedido la noche anterior en la aldea, quién estaba detrás de todo aquello y, por último, haciéndole pagar por sus actos.

"Es increible, ¿verdad?" resonó la voz joven de Plata en su mente
-¿El qué? -preguntó mirando aun el perfil de la aldea entre los árboles del bosque
"La decisión que hay en ti aun por alguien que no era importante"
-Plata, no es Hugo lo que más me duele.
"¿Entonces?"
-Recuerda la idea de Shim de que el veneno no iba para él, sino que, seguramente, estuviese destinado a otro vecino.
"Hoy estaríamos enterrando a otra persona"
-No. No es solo eso. Ya no es solo el molinero el que estaba en peligro, sino toda la aldea.
"No comprendo"
-¿A quién iba el veneno? ¿A Leonor? ¿Al herrero? ¿A Julio?... ¿A mi? ¡podría ser para cualquiera!
"Entonces lo que te duele es que es la primera persona que muere bajo nuestra vigilancia, ¿no?"
-Te equivocas de nuevo, Plata. Lo que me preocupa es que ha sido una muerte inesperada, limpia, por llamarla de alguna manera, que no hemos visto, olido, oido, tocado o percibido... ¿Quién nos dice que estamos a salvo ahora y no se nos volverá a escapar?
"Luna, has de saber que la muerte nos acecha a todos desde cada rincón y no respeta murallas, puertas, casas, ricos o pobres. Antes o después todos tendremos que darle de la mano... o de la pata, en mi caso"
-Se que no somos inmortales, pero nuestra labor en esta aldea es retrasar todo lo posible la muerte de sus habitantes por estas causas que no son naturales.
"Pensaba que ya sabías que eso es imposible"
-Si no podemos evitarlo entonces ¿Qué hacemos aqui?
"Luna, creo que este suceso te ha dolido más de lo que siquiera piensas. Que no podamos evitar algunos no quiere decir que fallemos en nuestra labor de salvarlos de todos los peligros"
-Ahora soy yo quien no te comprende, Plata
"¿Cuánto tiempo llevamos vigilando esta aldea?"
-Cinco años, quizá seis
"¿Cuánto hacía que la vigilabas y avisabas de asaltos antes de conocernos?"
-Desde que mi memoria alcanza...
"¿Y cuántos han muerto porque tú no hayas logrado avisar o defender correctamente?"
-Algunos vecinos han caido en asaltos de bandidos...
"¡Pero no la aldea! y todo gracias a que tu corrías como un ciervo y alertabas del peligro"
-Supongo que siempre hay una primera vez, incluso para los fracasos, ¿no?
"Mmm... ciervos... ¡¿Eh?! ¡Ah, si, por supuerto! Para todo, Luna"
-Tienes razón... en fin, creo que será mejor que me vaya a dormir y descanse un poco. Cuando me despierte dentro de un par de horas veré todo con más claridad.
"Está bien. Yo volveré con la manada" se puso a dos patas y lamió la mejilla del chico que la abrazó "Llámame cuando despiertes y estes despejado. Quiero estar contigo y saber que ha sucedido para evitar que se repita"

Después de ver como Plata se perdía entre los árboles, regresó a la aldea.
En la entrada se cruzó con Kryed que le cerró el paso.
-Escucha, Kryed -dijo apartándole a un lado- no quiero discutir ahora
-Espera, Kogud. Solo quería pedirte disculpas por mi conducta de esta noche -Luna le miró sorprendido- Hugo era como un tio para mi y me dolió mucho su pérdida y más la forma en la que nos dejó... me sentía furioso al ver como parecía que el tema no te importaba en absoluto pero alguien a quien no le importa eso no se pasa la noche en vela buscando indicios o respuestas.
-Te lo agradezco de veras -respondió- Yo también quiero disculparme por irritarte a propósito
-¿Qué hacías qué? -se exaltó
-No estropees este momento, hombre -atajó- Me voy a dormir. Avísame si me necesitais para algo.
-Cuenta con ello, Luna -dijo retomando su tono autoritario- Recuerda que tu función aqui es la de vigilar.

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"Me llaman Luna y soy un sin tierra, un perdido o un hijo indeseado. No soy nadie importante en la historia o un héroe de leyendas épicas. Soy un simple centinela voluntario de una aldea que me acogió como suyo cuando una mañana mis llantos de bebé alertaron a las mujeres que, al alba, acudieron a coger agua fría al río. Criado por hermitaños, o gentes del bosque, crecí en contacto con la naturaleza y con los vecinos de la aldea. Aprendí en su escuela, jugué con sus niños, me enamoré de sus chicas y comí de sus frutos. Dican es mi madre, los vecinos sus caricias o regañinas, el río es mi padre y su agua y vida mi reconstituyente o castigo. Me llaman Luna... y soy un extranjero"